Y así fue la noticia recibida por los Martínez aquella noche
gélida en algún lugar de nuestro querido territorio nacional, allá por la
década de los 70.
La buena nueva, cayó como un auténtico chaparrón de
incertidumbre, un niño EMPRENDEDOR; pobrecito, que sería de él en el futuro
incierto dónde la clase funcionarial domina el status de la ambición de
cualquier buen padre. Los médicos ya alertaron a los Martínez que incluso no le
aseguraban que finalizaría sus estudios superiores universitarios; todo ello sería
una incógnita y una duda permanente en la vida turbia que le esperaba a Juanito
Martínez. Una vida llena de retos, ilusiones y sueños para conseguir únicamente
generar empleo y riqueza para su país, … que lástima. Atrás quedarían las
ilusiones perdidas del matrimonio Martínez, cuando soñaban con que su hijo
fuera un funcionario como "Dios manda", un servidor de los intereses de su país
durante 35 horas a la semana, y con el tiempo suficiente para poder descansar
durante sus vacaciones, sus días de libre disposición y un sinfín de
privilegios que Juanito se ganaría a pulso durante sus oposiciones. Todo aquel
sueño se derrumbó aquel día; incluso los Martínez pensaron en localizar algún
internado, que al menos le proporcionará a Juanito un puesto en la
Administración como grupo D; todo lo que hubiese que hacer, por evitar la desgracia y la vergüenza ante los demás de ese pobre niño que iba a ser EMPRENDEDOR.