8 de febrero de 2009

Autoayuda de Aeropuerto


Una vez más estamos en uno de nuestros maravillosos lugares de permanencia virtual de las horas perdidas; es decir, en un aeropuerto cualquiera de un lugar cualquiera en este nuestro querido planeta. En esta ocasión van a ser solamente dos horas de espera para la conexión, por lo que estamos de enhorabuena y lo vamos a celebrar con un majestuoso a la vez que reprochable coffee de este nuestro querido aeropuerto.


Pero antes de dirigirnos a tan hermoso y colorido self-service; nos encontramos con la tentación ante nosotros, con la solución intrínseca a nuestras carencias, nuestros deseos de mejora y exigencia directiva; es decir con una librería repleta de libros de autoayuda que van a solucionar de raíz y en menos de dos horas de lectura rápida, todos y cada uno de nuestros hábitos negativos de conducta del management mal aplicado.


Nadie pensó en su momento, que un producto fresco o madurado obtenido después de la coagulación y separación del suero de leche, de la crema, del suero de mantequilla o una mezcla de estos productos, fuese capaz de dar tanto y tan rentable juego literario. Lectores y aprendices de gurús de la gestión de recursos; "... ha nacido EL QUESO ...". Por supuesto, en sus diferentes versiones, de “quien lo ha encontrado”, “quien lo quiere buscar”, “1... 2... 3... con ustedes el queso”, “lidera como un auténtico queso”, “delegación por el método del queso” y así hasta un sin fin de títulos para generarnos expectativas y soluciones de aeropuerto.


En estos casos tan evidentes, ningún directivo se mostrará abierto a reconocer su afición por esta autoayuda de aeropuerto, que nos genera cuanto menos diversión, reconocimiento del sentido común en nuestro quehacer diario y sobre todo, que nos sirve para sacar a la luz nuestras percepciones más íntimas sobre la autogestión y la metodología de lo evidente. El problema es cuando pretendemos establecer un paralelismo intrínseco entre la autoayuda y el método, siendo entonces cuando generamos en nuestro propio yo y en nuestro entorno, la más absoluta sensación del caos entre lo que hacíamos, lo que tenemos que hacer, lo percibido, lo exigible y la espera desesperante de los resultados a corto plazo.


Idealicemos sobre lo evidente, pero sin perder el rumbo de lo ortodoxo en los métodos de dirección, trabajemos nuestros valores más destacables con el afán de la exigencia y el compromiso de mejora y obtendremos la fórmula personal e intransferible de nuestra autoayuda personalizada.




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